So帽茅 con un paso incompleto,
con un pie descalzo,
y el otro calzado
como si buscara
lo que a煤n no hab铆a llegado.
En la esquina de un d铆a cualquiera,
apareciste sin rostro,
pero con espalda firme
y brazos que hablaban sin palabras,
como si ya supieras
lo que mi alma callaba.
No dijiste mucho.
Solo entraste
a ese comisariato de sue帽os,
y saliste con tres pares:
uno para ti,
uno para m铆,
y otro tan peque帽o
como la esperanza que empieza.
“P贸ntelos”, dijiste,
y mi coraz贸n se ajust贸
como la suela nueva
a mi paso incierto.
No tuve que pedirlo,
no tuve que explicar nada
t煤 ya lo sab铆as todo.
Y yo
yo solo sonre铆,
feliz de que, por una vez,
alguien pensara en m铆
antes de que pudiera decir
que lo necesitaba.
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