M e amaste en la lengua de los suspiros, con palabras que no buscaban promesas, solo el instante puro, el temblor secreto de dos almas que se rozan en la penumbra. No dejaste huellas, pero yo aún sangro memorias. Tu voz, cálida, lejana es un eco que regresa cuando el mundo calla, cuando la noche es más poema que sombra. Te llevaste el fuego y me dejaste la ceniza, una ausencia que no hiere, pero arde. Y sin embargo te recuerdo con ternura, como se recuerda el perfume de un sueño al despertar. No intento que vuelvas, ni que leas estas palabras y regreses al punto exacto donde tu silencio comenzó. Solo escribo porque amarte fue una forma de conocerme, y perderte, una forma de escribir. Autor Ruby Cantos F. Imagen propia
S oñé con un paso incompleto, con un pie descalzo, y el otro calzado como si buscara lo que aún no había llegado. En la esquina de un día cualquiera, apareciste sin rostro, pero con espalda firme y brazos que hablaban sin palabras, como si ya supieras lo que mi alma callaba. No dijiste mucho. Solo entraste a ese comisariato de sueños, y saliste con tres pares: uno para ti, uno para mí, y otro tan pequeño como la esperanza que empieza. “Póntelos”, dijiste, y mi corazón se ajustó como la suela nueva a mi paso incierto. No tuve que pedirlo, no tuve que explicar nada tú ya lo sabías todo. Y yo yo solo sonreí, feliz de que, por una vez, alguien pensara en mí antes de que pudiera decir que lo necesitaba. Autor Ruby Cantos Farías Imagen propia